Arcadio Poveda, un hombre de curiosidad astronómica

Por: Rafael Fernández Flores

El jueves 24 de febrero empezó a circular en las redes sociales la noticia de la muerte de Arcadio Poveda. Como muchos de quienes tuvimos la fortuna de convivir con él, me entristecí con el anuncio.

No puedo decir que Arcadio y yo hayamos sido íntimos amigos, pero nos tratamos con afecto y tuve la fortuna de compartir con él momentos memorables. Varios de ellos, mesa y viandas de por medio, comiendo fondue de queso, en un restaurante homónimo.

Entre los recuerdos más agradables que tengo de él, está cuando recibió su medalla de cincuenta años de antigüedad en la UNAM. En esa época la premiación ocurría en el Palacio de Minería.

Los galardonados y sus invitados estaban sentados en las butacas que se instalaban en el patio e iban siendo llamados, uno por uno, para que subieran al estrado a recoger, de manos del rector, la medalla conmemorativa.

Los homenajeados pasaban por orden de antigüedad, es decir subían al final, quienes cumplían más años de servicio en la UNAM. Por lo general quienes tenían los últimos turnos caminaban ya más lentamente.

Cuando nombraron a Arcadio, recuerdo que salió de entre las hileras de asientos con un gran ímpetu, casi corriendo y subió de un brinco al estrado. Todos quienes estábamos ahí lanzamos un grito de admiración.

El rector lo felicitó por su excelente estado físico y Arcadio explicó que había empezado a trabajar muy joven para la Universidad. No pude evitar pensar: Ojalá yo llegue a cumplir 50 años en la UNAM, con tanta vitalidad, como él.

Recordé también el diálogo con el cual Margarita Ontiveros y yo cerramos la redacción del libro de las historias de la Historia del cómputo en México. Ella me dijo, en esa ocasión: “Una persona a la que estimo mucho y que apareció en repetidas historias de la Historia del cómputo en México es el Dr. Arcadio Poveda…todo un personaje, impulsor de muchos actores y de muchas historias que aquí plasmamos…me hubiera gustado poder entrevistarlo”. La entrevista nunca se hizo.

También recordé lo que nos platicó Renato Iturriaga, para ese mismo libro: “Arranqué en física en 1957 y a los pocos meses, un joven profesor que acababa de regresar de Berkeley me invita a ser su ayudante, es Arcadio Poveda. Desde entonces establecimos una relación de toda la vida y de mucho afecto. A principios de 1958 me dijo: “Oiga, Iturriaga, va a venir un cerebro electrónico a la Universidad, quiero que vaya a tomar los cursos, o lo que sea para que aprenda a usarlo”.

Otra reminiscencia que guardo de Arcadio Poveda es cuando lo invité a participar en los ciclos de conferencias Ciencia, Conciencia y Café que organizaba yo en la Facultad de Estudios Superiores de Cuautitlán (FESC). En esa ocasión escribí para el programa de mano del ciclo de conferencias:

Usar lo astronómico como sinónimo de lo enorme es una figura del lenguaje que se aplica de manera impecable cuando se trata de calificar la curiosidad de Arcadio Poveda.

Nacido en Mérida, Yucatán, Poveda estudió física en la Facultad de Ciencias de la UNAM y el doctorado en Astronomía en Berkeley, California. Ha recibido numerosos premios y distinciones entre los que destacan: su membresía en El Colegio Nacional, el Premio Dorothea Kumpke de la Universidad de California, el de la Academia de la Investigación Científica, el Nacional de Ciencias, la medalla Eligio Ancona del Gobierno de Yucatán, el emeritaje del SNI y de la UNAM y el Doctorado Honoris causa de la Universidad de Yucatán. Fue electo a la Junta de Gobierno de la UNAM en 1991.

Arcadio es un ameno conversador y disfruta compartiendo con sus interlocutores sus astronómicos intereses que van desde el impacto de meteoritos prehistóricos contra la corteza terrestre, el escaneo de huevos fosilizados de dinosaurio, hasta la materia oscura del universo.

Tiempo después de que escribí esto, Arcadio recibió el doctorado Honoris Causa por el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) y me hizo el favor de invitarme a la ceremonia de investidura. Recuerdo que el discurso que pronunció en aquella ocasión me gustó. Incluso escribí, sobre esa ocasión, un texto que publiqué en el libro Para conversar de ciencia, que editó la UNAM.

Para escribir estas líneas, acudí al libro y encontré la cita que hago ahí del discurso de Arcadio:

«En mis mocedades, hace 50 años, tuve el primer contacto con el Observatorio Astrofísico de Tonantzintla. Siendo estudiante de la Facultad de Ciencias de la UNAM, vine a Tonantzintla con el propósito de conocer el nuevo Observatorio Astrofísico, del cual ya había oído hablar desde mis años de preparatoriano en Mérida…”.

«La astrofísica giraba entonces en torno a la Cámara Schmidt (…). El cielo de Tonantzintla era fascinante en la noche, así como el ambiente de trabajo. Observábamos, aprendíamos a estudiar las placas tomadas con la Cámara Schmidt, Haro nos mostraba esas misteriosas y pequeñas nebulosas de Orión que brillaban sin una fuente aparente de energía (los objetos Herbig-Haro), aprendíamos la clasificación espectral de Morgan y Keenan en las placas tomadas con prisma objetivo … «.

«En Tonantzintla, Guillermo Haro nos indujo a hacer nuestros posgrados en el extranjero. Yo fui a la Universidad de California-Berkeley y Eugenio Mendoza a la Universidad de Chicago-Yerkes».

«Es así que al plantear mi tesis doctoral en Berkeley-Lick busqué un problema astronómico que me relacionara con el futuro uso de la cámara Schmidt. Por ello, mi trabajo de tesis tuvo que ver con la distribución espacial de galaxias y estrellas débiles en la dirección del polo norte galáctico y su posible correlación, causada por nubes de material absorbente, problema en el que estaban particularmente interesados C.D. Shane y Jerzy Neyman».

Aprovecha Poveda en el mismo discurso para recordarnos que «A lo largo de su historia, el Observatorio Astrofísico de Tonantzintla y el INAOE nos han dejado algunas lecciones -bastante obvias, por cierto, dice Poveda- que vale la pena tomar en cuenta:

  • La importancia de contar con equipo de frontera para hacer avanzar el horizonte del conocimiento.
  • La importancia de tener una infraestructura capaz de desarrollar parte del equipo necesario para la investigación.
  • El esfuerzo de vinculación con la sociedad.
  • La necesidad de mantener una interlocución efectiva con los políticos y con la sociedad”.

Termina Poveda su discurso de ese día diciendo: «He sido un astrónomo afortunado, pues me ha tocado ver el maravilloso desarrollo de la astronomía de los últimos 50 años. Nunca me imaginé, cuando empecé a visitar esta institución, el desarrollo formidable que tendría. Menos aún me hubiera imaginado esta ceremonia que me llena de alegría y satisfacción”.

No quiero parecer un atrevido “corrigiendo” el texto de Arcadio Poveda, pero creo que peca de modesto. No debió decir que le tocó “ver el maravilloso desarrollo de la astronomía de los últimos 50 años”, sino que también lo impulsó e hizo.

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